La risa. A veces podemos ver la sonrisa en la cara de alguien
y pensar “qué feliz es” pero nada más lejos de la realidad.
Yo soy una persona que siempre estoy riendo, porque la
verdad, me río con facilidad de casi todo, pero a veces me paro y miro por la
ventana y vuelvo a ser consciente de todo el entramado en el que me encuentro. Intentas
mirar hacia otro lado, pero ves a otras compañeras embarazadas, con sus
preciosas barriguitas y un gesto que siempre miro es cómo se acarician la
barriga mientras hablan o mientras están sentadas. Y pienso “¿yo viviré eso
algún día?”, quién sabe la respuesta, nadie. Sólo Dios o a veces creo que ni él
mismo.
Hoy cuando me hice el reconocimiento médico en la empresa,
la médica me preguntó que dónde me hice el tratamiento in vitro y le dije que
en Granada, a lo que ella me contestó que son los mejores y que estoy en buenas
manos. Sí, yo también lo creo. Pero también me doy cuenta que tengo que volver
a empezar todo, volver a empezar de nuevo y me hundo. Me hundo yo sola la
verdad.
Hoy tengo ganas de llorar y no parar, porque no entiendo por
qué me tuvo que pasar aquello a mí. De todas las estadísticas, yo las cumplo
todas en el tema de la reproducción.
Quizá una parte de mi murió también con mi embrioncillo, y
ya nunca más la recuperaré, por más que intente reírme y seguir hacia adelante.
Eso sí tengo claro: mi marido es mi familia, y si a lo mejor
somos dos, lo seremos juntos para siempre, pese a todo.
Y siguen pasando los días, tan lentos que miro cada minuto
el reloj. Y aún faltan dos semanas. Dos semanas…
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