jueves, 26 de mayo de 2016

De nuevo betaespera, vamos a por la cuarta

A veces en la vida tenemos que superar retos y dificultades, que una vez sorteados, pensamos que no volverán nunca más a aparecer. Pero de nuevo, aparecen en el camino y no sabes ya cómo afrontarlos... Así que me veo de nuevo inmersa en lo que será mi cuarta betaespera. Y es en este momento que miro atrás y me digo a mi misma que qué injusta es la vida, pues yo pensaba que aquella betaespera era la última porque resultó en positiva, y no es así. Debo enfrentarme a esto de nuevo, y sí, me hace gracia cuando me dicen: "tú relájate y no pienses en ello", pero ¿cómo no voy a pensar en esto si cada 8 horas me tengo que tomar pastillas y ponerme la progesterona, además de pincharme la heparina? 
¡Qué asquerosidad la progesterona en óvulos! No os lo describo porque es un poco escatológico, pero todo el día tengo que llevar salva slip... deberían de inventar otro método más higiénico y que no tenga estos efectos colaterales.
Así, cada 8 horas vuelves a recordar en qué momento estás del proceso y por mucha meditación que yo haga o me distraiga, esto te hace rememorar y no olvidar que estás en la betaespera.
Y sí, el apoyo de la pareja es esencial, mi marido es especial para esto pues te puede sacar una sonrisa en el peor de los momentos. Pero no sólo necesitas a tu marido, necesitas a ciertos amigos que estén ahí o simplemente te dejen su hombro de vez en cuando. Aunque la cara amarga de ser adulto y madurar es reconocer que hay amigos que se quedaron atrás en el camino, y que el cariño estará en el corazón por siempre, pero la amistad ya no es tal, y parece que estás ante un extraño, ¿no os ha pasado? A mí esta semana, por varias veces, y entiendo que el camino de cada persona no tiene porqué confluir en el mismo sentido que en el nuestro, y por eso hay amigos que se quedan atrás. Es duro aceptar esto, muy duro. Lo que me queda claro que no nos preparan en la adolescencia para estos palos o estos reveses que nos da la vida, ni siquiera nuestros padres que tanto cariño nos educan.
Es en la soledad donde cierro los ojos y me veo frente al mar, llegándome la brisa y escuchando las olas romper en la orilla... ahí quisiera estar y olvidarme de todo y de todos. 
La realidad es que en frente de mi casa tengo un desierto y no hay olas, ni escucho la brisa del mar... La realidad a veces es así de cruel.
Aunque quizá esta dificultad que ahora hay ante mí no vuelva a aparecer nunca más...

No hay comentarios:

Publicar un comentario