domingo, 6 de marzo de 2016

Capítulo de la acupuntura

Me sentía perdida y desolada ante el negativo de nuestra primera in vitro. Recuerdo que cuando nos lo dijeron, cogimos el coche y volvimos a Almería y fue un trayecto en el que no dijimos una palabra ninguno de los dos. Tan sólo llorábamos y nos tocamos las manos. 
Y había que seguir con la vida, porque claro, no se para nada ni nadie.
Mi hermana me comentó que había leído que la acupuntura va muy bien para los tratamientos in-vitro y todo eso, así que me dije ¿por qué no? Había que probarlo.
Fui hasta al pueblo de al lado, y en una clínica de fisioterapia también hacían acupuntura. Le conté la historia al muchacho, y me pareció un poco frío la verdad, pero bueno, había que confiar en esta técnica milenaria, y que a los chinos les funciona, ¿no?
Pues empezó a clavar agujas por todo el cuerpo, incluida la espalda, y lo mejor fue cuando me dijo "ponte boca-arriba", y yo ¿cómo? ¡si tengo agujas en la espalda! "este se cree que soy un faquir o algo así". Totalmente incrédula me di la vuelta y ¡chan! no pasó nada. Las agujas se doblaban y no se quedaban rígidas. 
Iba dos veces en semana, y noté relajación, sobre todo por las noches que podía descansar mucho mejor.
Algunas sesiones, me ponían un poco de corriente en las agujas, para acentuar el proceso y os imaginaréis que te duele un poco, pero lo aguantas porque es lo que hay que hacer y es lo que podría funcionar.
Pero el tiempo pasaba, y no había ningún "pequeño milagro" pues cada mes bajaba la indeseable.
Así que sólo quedaba esperar al siguiente embrión congelado, que estaba esperándonos en su camita de nitrógeno líquido.

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