miércoles, 23 de marzo de 2016

Día del legrado

Cuando desperté por la mañana, pensaba que todo había sido un mal sueño y que tendría que vestirme para ir a trabajar. Pero no era así, era real, hoy era el día que finalmente se terminaba nuestro sueño de ser padres.
Llegamos al hospital, y el hombre que estaba en admisión me dijo: "ánimo, que la próxima será la buena". Y sólo guardé silencio.
Nos dieron la habitación donde estaban todas las parturientas... una mezcla un poco rara la verdad, yo esperando para lo peor de mi vida y ellas esperando el milagro de la suya.
Me cambié y me puse el camisón ese tan bonito... y a esperar en la cama. Eran las 10 de la mañana, y apareció la matrona para ponerme las pastillas en el útero y empezar con la expulsión. Yo lloraba mientras me ponía la vía, y hubo un gesto que hizo, fue apretarme fuerte el brazo que me transmitió toda la comprensión del mundo y terminó diciéndome: "dentro de unos meses, tú estaras gorda para que te alivie el dolor, ¿vale?" No podía articular palabra... yo sólo lloraba. Mi marido a mi lado, me cogía la mano y sólo estabamos en silencio. Yo le pedí que no viniera nadie allí, pues no era sitio de estar mucha gente y no me apetecía, aunque echaba de menos a mi hermana.
Cuando ya comencé a sangrar, era consciente que se terminaba todo, poco a poco, dejaría de sentir esos ascos por la noche, dejaría de oler a kilómetros de distancia, dejaría de sentir a mi pequeño...
Las horas parecían pasar muy despacio, dormitaba a ratos, pero no eran sueños profundos. Lloraba, paraba, lloraba otra vez. Los ojos me dolían. Apareció una prima de mi madre que es enfermera allí, y me abrazó y me dijo que los legrados los dejan para la tarde, así que entraría sobre las 17:30. 
El tiempo avanzaba lento, pero llegó el celador para subir al quirófano y de pronto ví aparecer a mi hermana, ¡había venido corriendo de Madrid! Dios mio, la abracé llorando porque no sabía que decir... la quiero tanto, y ese momento nunca lo olvidaré.
Me despedí de mi marido y nos dimos un beso. Ese beso amargo, pero que significaba que estaríamos juntos pasara lo que pasara.
Me llevaron al quirófano, y me pidieron que me pasara a la camilla del quirófano. Y algo curioso, todos se presentaban y me decían que estuviera tranquila... pero las lágrimas caían por mis mejillas. Me ataron las piernas a los estribos, y me separaron los brazos... y en ese momento me acordé de Jesucristo... yo soy católica y pensaba en el momento de la crucifixión de Jesús, me vi allí con el dolor y deseando que todo terminara. Me pusieron la mascarilla y se acabó. Cuando desperté estaba en la cama llegando a la habitación y vi a mi hermana y mi marido. También llegó mi madre porque la pobre no aguantaba sin venir a verme. 
La auxiliar de enfermería me dijo: "te voy a pedir un bocadillo de jamón y queso, porque la cena se os queda fría, ¿vale?" yo le dije que sí pero aún no estaba yo muy espabilada.
Mientras me comía el bocadillo, mi hermana hizo un foto y la mandó al grupo de mis hermanos, y mi hermano A dijo: "los donaire lo arreglamos todo comiendo", ¡qué gran verdad!
Cuando se fue mi hermana y mi madre, nos quedamos solos, y en nuestro dolor y silencio nos quedamos dormidos. Todo había terminado.










No hay comentarios:

Publicar un comentario